La Parroquia Ntra. Sra. de Begoña está atendida por una Comunidad de Carmelitas Teresianos, lo que le concede identidad particular dentro de las Parroquias del Arciprestazgo. ¿Qué aporta de propio, que no de exclusivo, a la variedad y riqueza de las otras parroquias?
En un Congreso Internacional de Párrocos Carmelitas celebrado en Villa de Leyva (Colombia) en 2001 se hicieron esta pregunta y contestaron lo siguiente:
A la luz del discernimiento que hemos hecho, de la experiencia undante de nuestro carisma y de un concepto teológico y jurídico de parroquia, el Congreso ha querido señalar los rasgos por los que debe definirse la parroquia carmelitana. La parroquia carmelitana debe expresar la calidad de nuestra vida evangélica, mariana, fraterna y orante.
Por consiguiente, entendemos por parroquia carmelitana aquella que nos ha sido encomendada y cuyo objetivo general ha de identificarse especialmente con los siguientes rasgos: ser testigos del amor de Dios y de la fraternidad, poner el acento en la interioridad, el espíritu misionero, el marinismo y vivir al servicio de los demás con un profundo humanismo teresiano-sanjuanista
a. Ser testigos del amor de Dios
Ante todo, estamos llamados a ser testigos del amor de Dios revelado en Jesucristo aprendido y vivido desde el evangelio y desde la experiencia y las enseñanzas de los santos de nuestra Orden. Ellos nos repiten en su vida la verdad de que «Dios es amor» (1 Jn 4,8) y que «es más tierno que una madre”
b. Ser testigos de la fraternidad
Necesitamos empeñamos en ser una comunidad que sea capaz de unir estrechamente el ministerio parroquial con la vida de oración y de comunidad,poniendo el acento en la fraternidad. De este modo manifestaremos claramente el ideal teresiano de ser comunidades fraternas y orantes al servicio del Reino de Dios. Y nos dejaremos también evangelizar por las interpelaciones de la realidad para poder responder, desde el evangelio, a las necesidades concretas en las que vivimos.
c. Partir de la interioridad
Aceptamos en su fuerza programática la pasión de los santos de la Orden por la interioridad: «el castillo interior» de Santa Teresa y «el más profundo centro» de San Juan de la Cruz. Nuestra vida de fe y oración y la promoción de la vida espiritual, como vida en Cristo y según el Espíritu, deben ser expresión de nuestra identidad en la liturgia, en la predicación, en la catequesis y en las demás acciones pastorales, porque «Marta y María han de andar juntas”.
d. Vivir y promocionar el espíritu misionero
Estamos llamados a vivir y a promocionar en nuestras parroquias la espiritualidad y la acción misioneras. De aquí surge el impulso de evangelización y de promoción humana en todos los campos incluso hacia horizontes más amplios de la misión «ad gentes» .
e. Impregnar de espiritualidad mariana nuestro servicio evangelizador
Nuestra familia se consagra al amor y al culto de María. Su presencia vivifica nuestra espiritualidad y da forma a nuestro apostolado. La Virgen es para nosotros modelo de unión con Dios, de escucha y obediencia a su Palabra y de servicio a los demás. Ella es «la estrella de la evangelización siempre renovada. María es la expresión suprema de la vocación carmelitana. Somos «su Orden». Estamos llamados a poner de relieve a la Virgen orante y contemplativa que descubre la presencia de Dios en todos los acontecimientos.
f. Vivir al servicio de los demás con un humanismo teresiano-sanjuanista
De los Santos Padres recibimos un estilo de humanismo cristiano especialmente sensible a la dignidad de la persona y a sus valores humanos, atento al cultivo de las virtudes evangélicas que exigen un amor convertido en servicios. Uno de los aspectos importantes en este servicio es el de la misericordia: el mundo puede ser siempre más humano si somos capaces de introducir en el mundo de las relaciones entre las personas junto con la justicia, el «amor misericordioso que constituye el mensaje mesiánico del evangelio».